Hola, soy un Mastín Inglés, y apenas tengo 30 días de vida. Todo en este mundo es nuevo y fascinante para mí. Hoy es un día especial porque he sido adoptado por una familia amable. Estoy un poco asustado, ya que dejé atrás a mi mamá y a mis hermanos, pero algo en los brazos de la mujer que me sostiene me hace sentir seguro.
Ella tiene un aroma dulce y cálido, y aunque su vientre está grande, como si escondiera un pequeño tesoro, me toma con cuidado y me acaricia. Al mirarla, me siento envuelto en una paz profunda, como si ella y yo ya fuéramos viejos amigos. A su lado está un hombre, que parece fuerte y protector, pero tiene una mirada amable. Me acaricia la cabeza y ríe mientras dice que pronto tendré un nuevo “hermano”. Aún no sé muy bien qué significa eso, pero su tono me hace sentir que es algo importante.
Mientras me acomodo en mi nuevo hogar, me doy cuenta de que hay un espacio preparado para mí en la sala. Tengo una cama suave y juguetes de colores. Todo huele nuevo y emocionante. La mujer se sienta cerca de mí y sigue acariciándome. De vez en cuando, se coloca las manos sobre el vientre y me mira con una sonrisa. Creo que siente que no pasará mucho tiempo antes de que su bebé y yo estemos juntos en el suelo, gateando y explorando el mundo.
Con el tiempo, me doy cuenta de que mi papel en esta familia va mucho más allá de ser solo un cachorro juguetón. La mujer a menudo parece cansada, pero siempre me habla con cariño y se ríe cuando trato de lamerle la cara. A veces me siento a su lado y coloco mi cabeza en su regazo. Ella suspira y me acaricia suavemente, y siento que le ayudo a descansar un poquito más fácil.
A medida que crezca, sé que seré grande y fuerte. Y, aunque ahora solo soy un pequeño cachorrito de patas torpes y energía interminable, tengo la certeza de que mi lugar en esta familia será protegerlos, especialmente a ese pequeño que llegará pronto. Soy un Mastín Inglés, y prometo con cada latido de mi pequeño corazón que siempre estaré aquí para ellos, como un amigo fiel y protector.
Los días pasan y me voy acostumbrando a esta nueva vida. Cada día descubro cosas nuevas en casa y empiezo a reconocer los sonidos y las voces de mis humanos. La mujer, a quien ahora llamo “mamá,” se mueve más despacio que antes, y a veces parece cansada. A menudo, cuando se sienta en el sofá, me acurruco a su lado. Me gusta pensar que le hago compañía, y ella me sonríe mientras acaricia mis orejas con ternura.
Papá también pasa tiempo conmigo, enseñándome a ser un buen perro. Dice que pronto tendré que aprender a ser más tranquilo porque mi “hermanito” necesitará un ambiente tranquilo para dormir. A veces, después de los entrenamientos, me recompensa con un trocito de galleta, y yo me esfuerzo en entender y obedecer. Quiero ser el mejor perro para ellos, especialmente para mi hermano.
Un día, mamá y papá parecen más emocionados de lo normal. Hay mucho movimiento en casa, y mamá está arreglando la habitación que, al parecer, será para mi hermanito. La veo colocando pequeños adornos, una cuna, y hasta una alfombra suave que, debo admitir, parece perfecta para una buena siesta. Aunque tengo muchas ganas de saltar y explorar, noto que mamá y papá están haciendo algo importante, así que me quedo observando desde la puerta.
Con el tiempo, empiezo a notar cambios en mamá. Algunas noches, parece que le cuesta dormir, y a veces, de madrugada, sale a caminar un poco. La acompaño en silencio, caminando a su lado, vigilante. Puedo notar que, aunque está cansada, me sonríe como diciendo: “Gracias por estar aquí”. Papá también me ha dado la misión de quedarme cerca de mamá, como si supiera que en poco tiempo mi protección será más importante que nunca.
Finalmente, una mañana todo cambia. Mamá y papá salen de la casa apresurados, dejándome con una vecina que viene a cuidarme. Siento una mezcla de nervios y emoción; aunque no entiendo muy bien, sé que algo grande está por suceder. Pasan horas hasta que, al caer la noche, finalmente escucho el sonido de la puerta abrirse. Mamá y papá regresan, pero esta vez no están solos.
En los brazos de mamá, veo a una pequeña criatura, mi hermanito. Es más pequeño de lo que imaginaba, pero me acerco lentamente, oliendo su aroma suave y único. Mamá me mira con ternura y me deja acercarme. Con cuidado, apoyo mi nariz en su manita diminuta y, por un momento, siento que él me reconoce también. Su presencia me llena de una paz profunda; es como si supiera que, a partir de ahora, este pequeño humano será mi responsabilidad también.
En las semanas que siguen, me convierto en su fiel guardián. Duermo cerca de su cuna, siempre alerta. Cada vez que llora en la noche, yo soy el primero en levantarme, aunque papá siempre llega rápido a calmarlo. Cuando mamá lo sienta en la alfombra para jugar, yo me quedo cerca, observando cada movimiento.
A veces, cuando el bebé sonríe, siento que me sonríe a mí, y eso me hace el perro más feliz del mundo. Aunque apenas tengo unos meses de vida, sé que fui adoptado para estar aquí, en este preciso momento, con esta familia. Soy un Mastín Inglés, y cada día reafirmo mi promesa de protegerlos y amarlos, especialmente a mi pequeño hermanito, por siempre.